1. La justificación no significa que el hombre sea
hecho justo y recto. Esto es la santificación, la cual en cierto grado es el
fruto de la justificación, pero la cual es un don de Dios distinto y de
diferente naturaleza. Aquella representa: lo que Dios hizo por nosotros por medio
de su Hijo; y ésta, lo que él obra en nosotros por medio de su Espíritu. Así es
cómo en general San Pablo y los demás escritores inspirados distinguen con
suficiente claridad, un término del otro.
Qué
cosa no es la justificación
2. La justificación no significa fundamentalmente
que seamos exonerados de las acusaciones de Satanás. No se puede negar que él
es el "acusador de los hombres", según se le llama categóricamente
(Job 1:8-11; 2:3-5; Zacarías 3:1; Apocalipsis 12:101). Pero de ninguna manera parece
que el gran Apóstol conciba así la justificación, como se puede ver en los
pasajes que sobre ella él escribió a los Romanos y a los Gálatas.
3. Tampoco significa fundamentalmente que seamos
exonerados de las acusaciones que contra nosotros endereza la Ley. Hemos
quebrantado la Ley de Dios, y por lento, merecemos la condenación del infierno.
Pero el hecho de que Dios no ejecute sobre los justificados el castigo que
merecen sus pecado, no significa que esto se deba a que haya callado la Ley
su acusación.
4. Y mucho menos significa que Dios se engañe a sí
mismo en aquellos a los cuales él justifica; esto es, que piense que son lo que
en verdad no son. De ninguna manera significa que Dios se forme de nosotros un
juicio contrario a la verdadera naturaleza de las cocas; que él nos tenga en
mejor estima de lo que somos en realidad, que nos crea justos siendo nosotros
injustos. Ciertamente que no. El juicio del Dios omnisciente es siempre
conforme a la verdad. Y por tanto, tampoco significa que él piense que yo soy
inocente, o que juzgue que yo soy recto y canto, porque otro lo sea. En su
infalible sabiduría, él no me puede confundir con Cristo, de igual manera que
tampoco me puede confundir con David o con Abraham.
Justificación significa perdón
5. Las Escrituras conciben claramente la
justificación como perdón: la remisión del castigo del pecado. Es el acto de
Dios Padre, que consiste en que por los méritos de la propiciación hecha por la
sangre del Hijo, él manifiesta "su justicia, a causa de haber pasado por
alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Romanos 3 :25).
Esta es la sencilla relación que San Pablo da de la
justificación en toda esta epístola, suya a los Romanos. En uno de los
versículos que siguen a nuestro texto, él escribe: "Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputará pecado." (Romanos
9:7,8). Lo cual significa que al que está justificado o perdonado, Dios no le
toma en cuenta el pecado pare condenación. Todos sus pecados pasados, de
pensamiento, palabra y obra, son borrados, y jamás se le echarán en cara, serán
como si no hubieran sido. Dios no ejecutará en el pecador el castigo que éste
merece sufrir, porque el Hijo amado de Dios ha sufrido por el pecador. Y desde
el momento en que él nos hace "aceptos en el Amado, en el cual tenemos
redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su
gracia" (Efesios 1:6,7), él nos ama y nos bendice y cuida de nosotros pare
bien, como si nunca hubiéramos pecado.