"Mas al que no hace obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, la fe le es contada por justicia." -Romanos 4:5.
De que manera podrá justificarse el pecador delante
de Dios - este es asunto de trascendental importancia,. En él radica el
cimiento de toda nuestra esperanza, puesto que mientras que estemos en
enemistad para con Dios, no puede haber paz verdadera ni gozo perdurable, en
esta vida ni en la eternidad.
Y sin embargo, ¡cuán poco se ha entendido este
asunto! ¡qué ideas tan confusas tienen muchos acerca de él! A la verdad, no
solo confusas, sino a menudo enteramente falsos, tan apartadas de la verdad,
como a las tinieblas de la luz; nociones totalmente contrarias a los oráculos
de Dios y a toda la analogía de la fe.
I. ¿Por qué necesita el hombre
ser justificado delante de Dios?
1. Dios hizo el hombre a su propia imagen y
semejanza. De consiguiente, el hombre era puro, exento de toda mancha de
pecado. No conocía pecado de ninguna clase ni de ningún grado, sino que era
limpio y libre de pecado en su carácter y en su conducta.
2. Al hombre así perfecto y justo, Dios le dio su
ley perfecta, y demandó de él obediencia perfecta, cabal y constante. No había
lugar a ninguna falta. Y realmente no podía haberla, pues el hombre estaba
capacitado para cumplir completamente con su cometido en toda buena palabra y
obra.
3. Y pareció bien a Dios añadir a toda la ley del
amor, esta ley_ positiva: "De todo árbol del huerto comerás; pero del
árbol de conocimiento del bien y del mal, no comerás de él." (Génesis
2:16,17).
4. Continuaría para siempre en esta ley del amor, si
sólo obedecía a Dios en todas das cosas. Pero si desobedecía, entonces perdería
todo. Dios había dicho: "Porque el día que de él comieres, ese día
morirás." (Génesis 2:17).
5. Y el hombre desobedeció a Dios; y ese mismo día
el hombre fue condenado por el justo juicio de Dios. La sentencia anunciada se
ejecutó. En el momento en que probó ese fruto, el hombre murió. Es decir, su
alma quedó separada de Dios, sin vida, como tampoco la tiene el cuerpo del cual
se ha separado el alma. Y así, muerto en espíritu, muerto para con Dios, muerto
en pecado, el hombre inició su raudo camino hacia la muerte eterna, la
destrucción cuyo fuego jamás se apagará.[1]
6. Fue así como "el pecado entró en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte". Y fue así como "la muerte
pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron" (Romanos 5:12 etc.).
Todos prevaricamos en aquel que era el progenitor y responsable de todos
nosotros.
Cómo obró Dios la justificación
7. En esta condición nos hallábamos todos, cuando
"de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" ( Juan 3
:16) . El se hizo hombre, el segundo progenitor y representante de toda la
humanidad. Y fue así como "el Señor cargó en él el pecado de todos
nosotros", y que él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5,6).
El puso su vida en expiación por el pecado, llevando él mismo nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero (Isaías 53:10; 1 Pedro 2:25). Y por esa oblación
de sí mismo, ofrecida urea vez, él me ha redimido, a mí y a todos los hombres;
pues con ella hizo él "un completo, perfecto y suficiente sacrificio y
satisfacción por los pecados de todo el mundo".
8. Debido, pues, a que el Hijo de Dios probó la
muerte por todos los hombres (Hebreos 2:9), Dios ahora ha reconciliado al mundo
consigo mismo, no imputándole sus pecados (2 Corintios 5:19) ; y Dios mismo
promete, remitir el castigo que nuestros pecados merecen, y dar a nuestra alma
muerta la vida espiritual.
9. Esta es, pues, la base general de la doctrina de
la justificación. Por el pecado del primer Adán, que no sólo era el padre, sino
también el Representante de todos nosotros, fuimos hechos hijos de ira, o como
le expresa el Apóstol: "vino el juicio a todos los hombres para
condenación" (Romanos 5:18). De igual manera, en virtud del sacrificio por
el pecado, hecho por el segundo Adán, como Representante de todos nosotros,
Dios se ha reconciliado con todo el mundo, al grado de darnos un nuevo pacto,
cuya sencilla condición, una vez cumplida, hace que seamos "justificados
gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús"
(Romanos 3:23).
[1]
El infierno y el estado de los muertos: http://defensaadventista.com/articulos_file/Estadodelosmuertos.pdf
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