Friday, July 6, 2012

Martín Lutero

"El justo vivirá por la fé" (Habac. 2:4 y Rom. 1:17)

Es casi imposible hablar de Justificación por la Fé, sin hablar del reformador Martin Lutero (1483-1546), que encuentra la Biblia, por la primera vez, a los veinte años de edad, en la Biblioteca de la Universidad en Erfurt, Alemania. El antiguo volumen, escrito en latín, fue abierto por el entusiasta reformador aún universitario, en el primer libro de Samuel. El curioso lector, maravillado, leyó y releyó la historia de Ana y el pequeño Samuel. Aquel libro, depositado sobre los estantes desconocidas de una sala oscura, iría a volverse el libro de vida de un pueblo entero. En aquella Biblia estaba escondida la Reforma. La escritora cristiana Ellen G. White afirma que, en aquel momento del primer encuentro con la Biblia, ángeles procedentes del trono de Dios se colocaban al lado del joven estudiante.

La lectura de la Biblia era totalmente prohibida al pueblo; restricta a los magistrados, reyes, cardenales y al papa. Estos, todavía, no la leían porque tenían en la tradición y dictámenes de la Iglesia dominante, su guía para su teología y doctrina.

Lutero, que entonces era  un joven espiritualmente inseguro e infeliz, a medida que se deleitaba en las páginas sagradas, lograba confianza en Dios. Doctorado en Biblia, el joven descubridor del tesoro escondido no era un lector apresado, visando ponerse al día con el "año bíblico", él era un profundo estudioso del libro sagrado. Examinaba el texto y el contexto como el científico analiza el objeto de su pesquisa en el tubo de ensayo o microscopio. Llegaba a meditar un día entero en una sola palabra.

A pesar de tener subido los ambicionados grados del bachillerato en Ciencias, Filosofía y otros campos del conocimiento humano, Lutero atribuyó al estudio de la Biblia su desenvolvimiento intelectual y la genialidad para emprender la Reforma.

Ellen G. White que, a ejemplo del reformador, fue estudiosa  y  comentarista  de la  Biblia, revela en su libro Fundamentos de la Educación Cristiana, página 126, lo que puede hacer el Libro Sagrado por el pesquisidor sincero.

"No hay nada mas apropiado para vigorizar la mente y fortalecer el intelecto que el estudio de la Palabra de Dios; no hay otro libro que sea tan poderoso para elevar los pensamientos y dar vigor a las facultades como las vastas y ennoblecedoras verdades de la Biblia. Si la Palabra de Dios fuese estudiada como debiera ser, los hombres tendrían una grandeza de entendimiento, una nobleza de carácter y una firmeza de propósito que raramente se ven en estos tiempos.

Millares de hombres que ministran en el púlpito carecen de las cualidades esenciales de la mente y del carácter, porque no se aplican al estudio de las Escrituras. Se satisfacen con un conocimiento superficial de las verdades repletas de profunda significación; y prefieren continuar así, perdiendo mucho en todo sentido, en vez de buscar con diligencia el tesoro escondido."

No fue sin motivo que Ellen G. White, Martin Lutero, Guillermo Miller, D. Moody, Carlos y Juan Wesley y otros héroes de la fé se volvieron gigantes intelectuales,  fueron  predicadores de poder y realizaron obras que el tiempo no puede destruir.

Lutero no se conformó apenas con a clásica Vulgata Latina; procuró conocer el hebraico y el griego para estudiar la Biblia en el texto original. Y eso lo hizo maestro de Biblia y vigoroso predicador. En el día 18 de octubre de 1.512, el ilustre monje recibió el honroso título  de doctor en Biblia. Como doctorando prestó el siguiente juramento: "Yo juro defender la verdad con todas mis fuerzas". En ese solemne juramento, el ahora Dr. Lutero demostró su vocación de reformador y prometió predicarla toda su vida, y defenderla, en los debates y con sus escritos, contra todos los falsos doctores, mientras Dios lo adujase.