Uno de los
grandes problemas de la religión es que las palabras van perdiendo su
significado, su impacto, por la mucha repetición. Eso ha sucedido con palabras
clave como fé, justificación, santificación, conversión, etc. Otro problema es
que esas palabras, de gran importancia para comprender el plano de la
salvación, son frecuentemente enseñadas de manera errada y confusa. Eso resulta
en almas desorientadas, creyentes que pasan la vida cargando fardos que Dios no
colocó sobre ellos, y personas sinceras y fieles que no gozan paz en el corazón por el único motivo
de haber aprendido conceptos errados a respecto de Dios, de la salvación y de
la vida cristiana.
Vamos a analizar
cada una de esas palabras de
nuestro subtitulo, pues ellas
hacen parte de la religión de Cristo y del plano de la salvación.
Primero: La
palabra Fé ha sido una de esas palabras muy usadas entre los cristianos. En el
Nuevo Testamento ella ha sido traducida de una palabra griega que significa la
misma cosa del punto de vista bíblico. Por ejemplo, Juan 3:16 (lean), la expresión
"En el cree" significa "tener fé en el." Pero que quiere
decir tener fé en el ? Que es, finalmente, fé ? La mejor definición la
encontramos en el libro de Hebreos:
"La fé es la certeza de cosas que
se esperan, la convicción de hechos que no se ven." (Heb. 11:1).
Muchas
comparaciones han sido usadas en la tentativa de definirla. Algunos han
comparado fé con la confianza que se tiene en un piloto de un avión en la
certeza de que el conducirá el aparato en seguridad; o confianza en un médico
en el caso de una cirugía. Esas comparaciones tienen cierta lógica, aún cuando
el piloto y el cirujano sean seres falibles y, por mas aptos que sean, no nos
pueden ofrecer nada que sea absolutamente seguro y cierto. Fuera de eso, los beneficios
que ellos nos proporcionan son de orden terrena y efímera. Pero fé, cuando se
refiere a Cristo, tiene que ver con la salvación eterna, y se dirige a un
Salvador infalible, todo-poderoso, que dio Su propia vida en nuestro favor, y
que, "por eso también puede salvar totalmente los que por El se allegan a
Dios" (Heb.7:25). Así, fé es realmente confianza, aún cuando en el proceso
de la salvación ella tenga un significado mucho mas rico y profundo, como
veremos. "Fé es la condición bajo la cual Dios encontró conveniente
prometer perdón a los pecadores; no que haya en la fé alguna virtud por la cual
se merezca la salvación, sino porque la fé puede tomar pose de los méritos de
Cristo, el remedio provisto para el pecado." Ellen G. White, Review and
Herald en 4 de diciembre de 1.890.
El valor de la
fé, es determinado por su objeto. Fé en un curandero puede costar la vida de
una persona. Pero la fé cristiana deriva su valor del objeto que es Dios, que
se reveló a Si mismo a través de Jesus Cristo. No hay ninguna definición de fé
que sea completa, pero es fundamental que comprendamos que fé es el
"conducto por el cual recibimos la gracia de Dios." Fé no consiste en
hacer alguna cosa sino en recibir alguna cosa. Decir que somos justificados por
la fé es apenas otra manera de decir que nosotros no somos justificados por
nosotros mismos de modo alguno, sino que simplemente, y solamente, por Aquel en
quien reposa nuestra fé.
Segundo: Que es
la palabra Justificación, ? Es el acto
de hacer justo. Es el ofrecimiento de los méritos de Cristo para nuestra
redención. El pagó nuestra deuda y ahora nos ofrece el perdón y la salvación. Y
nuestra parte es la aceptación plena de ese ofrecimiento, que es completo y
perfecto.
"Que es justificación por la fé ? - Es la obra de Dios al lanzar la gloria del hombre en el polvo y hacer por el hombre aquello que él por si mismo no puede hacer." Testimonios Para Ministros, pág. 456.
"Las cuatro palabras, justicia por la fé expresan la mas maravillosa transacción que puede ser alcanzada por el intelecto humano. Expresan el mayor don que Dios, en Su infinita plenitud, puede conceder a la humanidad. El gran hecho expreso por esta frase de cuatro palabras fue objeto de estudio, comentario y regocijo para millones en eras pasadas y aún es el tema del mas sublime interés e importancia para la familia humana." A. G. Daniells, en Cristo Justicia Nuestra, pág.21.
Estimado
Condomino, ese es la enseñanza fundamental del Evangelio. Y el coloca todos los
méritos de nuestra salvación en Jesús. Podemos descansar en esa maravillosa
verdad, pues ella tiene el sello de Dios. Pero la justificación por la fé no
debe ser una mera teoría, por mas preciosa que sea. Debe ser una experiencia
personal. Debe ser la aceptación de la justicia de Cristo. Es una mudanza de
actitud delante de Dios y Su ley. Es una regeneración. Es aceptar de todo
corazón, y sin reserva, la declaración inspirada de Pablo que afirma: "Por
la gracia sois salvos mediante la fé; y esto no viene de vosotros, es don de
Dios: no de obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). Y
nuevamente: "Concluimos pues que el hombre es justificado por la fé sin
las obras de la ley" (Rom. 3:28). La gran certeza del cristiano es:
"El justo vivirá por la fé" (Rom. 1:17).
Lutero, el gran
reformador, pasara los años de su juventud en constantes conflictos, en intenso
sufrimiento interior, porque aprendiera que para salvarse precisaba ser bueno,
producir buenas obras, hacerse un cristiano ejemplar. Solo así Dios lo aceptaría.
Un deseo ardiente de encontrarse libre del pecado y obtener paz, lo llevó
finalmente a entrar para un monasterio y dedicarse a la vida religiosa.
Todo momento que podía ahorrar
de sus deberes diarios lo empleaba en el estudio, hurtándose al sueño y
cediendo aún a contra gusto el tiempo empleado
en escasas meriendas. Arriba de todo, se deleitaba en el estudio de la Palabra
de Dios. Llevaba una vida austera, esforzándose por medio de ayunos, vigilias y
penitencias para subyugar los males de su naturaleza. No recuaba ante sacrifício
alguno por el cual pudiese alcanzar la pureza de corazón que lo habilitaria a
permanecer aprovado delante de Dios. Como resultado de esa dolorosa disciplina,
perdió las fuerzas y sufrió de desmayos, de cuyos efectos nunca se restableció
por completo. Pero con todos esos esfuerzos, el alma sobrecargada no encontró alivio.
Finalmente, fue arrojado a los limites del desespero. Al presenciar eso el piadoso
Staupitz, preocupado con el joven monje, le da este sabio consejo: "En vez
de torturarte por causa de tus pecados, lánzate en los brazos del Redentor. Confía
En el, en la justicia de Su vida, en la expiación de Su muerte. ... Escucha al
Hijo de Dios. El Se hizo hombre para te dar la certeza del favor divino. Ama a
Aquel que primero te amó." (Conflicto Cósmico, pág. 120 y 121.)
Algún tiempo mas
tarde, (conforme ya relatamos en el Décimo Sexto Piso), él fue convidado a
visitar Roma. Llegando allá, resolvió realizar uno de sus intentos: subir de
rodillas la llamada "escala de Pilatos", pues, para quien subiese así,
le era asegurado el perdón de todos los pecados. Y cuando Lutero estaba, piadosamente,
subiendo eses peldaños, oyó, de repente, una voz venida del Cielo que pareció
decirle: "El justo vivirá por la fé". Se levantó de un salto y salió
apresuradamente, perplejo y avergonzado. De aquel día en adelante, comenzó a
ver, cada vez con más clareza, la falacia de confiar en las obras humanas para
la salvación, y la necesidad de fé constante en los méritos de Cristo. Se le habían
abierto los ojos. Y de allí en adelante la salvación enteramente por la gracia
de Cristo pasó a ser la gran fuente de conforto para su corazón. Y comenzó a
predicar y enseñar con todo ardor esa verdad grandiosa. El resultado fue el
gran reavivamiento, la poderosa Reforma del Siglo XVI. Fue como si Dios hubiese
exclamado en medio a la oscuridad de siglos de apostasía: Haya luz!" Y
hubo luz.
Estimado
Condomino, es posible que usted también, de cierta forma, en su vida cristiana,
esté tratando de subir alguna escala semejante, en busca de paz y de perdón.
Note esta declaración de Ellen G. White: "Muchos están perdiendo el camino
cierto, en consecuencia de pensar que precisan escalar el cielo, que precisan
hacer algo para merecer el favor de Dios. Procuran hacerse mejores por sus
propios y desajustados esfuerzos. Esto jamás puede realizar. Cristo abrió el
camino muriendo como nuestro sacrificio.
El declara: "Yo soy el camino, la
verdad y la vida." Si por algunos esfuerzos propios pudiésemos avanzar un
paso para a escala, las palabras de Cristo no
serian verdaderas" - Review and Herald, 4 de noviembre de 1.890.
Abra, pues, el
corazón a Dios y procure oír también Su voz, a través de Su Palabra, repitiendo
esta maravillosa verdad: "El JUSTO VIVIR° POR LA FÉ"
"Justiciados,
pues por la fé, tenemos paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesús
Cristo" (Rom. 5:1).
Tercero: La
palabra Santificación. La justificación y la santificación, aún cunado sean
inseparables, no son idénticas. La justificación transmite la declaración legal
de perdón. Es el don de un carácter perfectamente justo, santo e impecable -
carácter que nosotros pecadores por nuestra naturaleza jamás podríamos poseer.
Podemos reflejar "perfectamente" ese carácter, pero nunca podremos
igualarlo.
Dios, sin
embargo, acepta solamente la justicia perfecta, ni aún un reflejo perfecto de
ella ya que ninguno de nosotros tiene esta justicia perfecta, Jesús vino a la
Tierra, la practicó por nosotros y la ofrece gratuitamente.
La Santificación
implica dar a Dios
honra y gloria. Veamos la declaración de Pablo en I Cor. 6:19-20. En vuestro
cuerpo, esto es, con nuestras palabras y acciones en todo nuestro
comportamiento social. Entretanto, la vida santificada no es una simple mejora
de nuestro comportamiento moral o buenas acciones sociales. La santificación
bíblica es motivada y fortalecida por la operación constante del Espíritu
Santo, en tener por objetivo la honra y gloria de Dios.
¿Cómo entra este poder santificador en nuestra vida? Únicamente por el
evangelio de Jesús Cristo. El Espíritu Santo es enviado al hombre por el Padre
y el Hijo a fin de que el Padre sea glorificado en el Hijo, vindicado y
glorificado en el mundo y en el Universo por lo que ambos hicieron en favor de
la raza caída. Lean Juan 16:14; 14:13 y 26.
El Apóstol
Pablo, apelando para ambos motivos cuando instó con los cristianos de Corinto
para que vivieran una vida santificada delante de Dios y de los hombres,
declaró: (I Cor.6:12-17).
En resumen,
justificación es un acto instantáneo; basta usted aceptar a Cristo y Su muerte
en la Cruz del Calvario, usted ya está justificado de sus pecados. De ahí la
necesidad del bautismo, para que sean lavados nuestros pecados. Dice la Biblia:
"O, por acaso, ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús,
fuimos bautizados en Su muerte ? Fuimos, pues, sepultados con El en la muerte
por el bautismo. (Rom.6:3-4).
Este es el punto
central: el creyente no es bautizado en el agua simplemente para simbolizar su
propia muerte para el pecado, sino para recibir de Dios el bautismo de la
muerte de Cristo ! No somos bautizados en nuestra propia muerte, sino en Su
muerte. Tal inmersión en la muerte de Cristo solo es válida si Dios identifica
completamente nuestro ego pecaminoso con el cuerpo de Cristo, por lo tanto los
pecados en la cruz. Esa es nuestra unión escondida y sacramental con Cristo en
"Su muerte". Rom.6:5. "Morimos con Cristo". Rom.6:8. El
bautismo está completamente centralizado en Cristo. Y la consecuencia de ese
acto divino en el bautismo es grande y maravillosa: "para que el cuerpo
del pecado sea destruido, y no sirvamos al pecado como esclavo; por cuanto quien
murió, justificado está del pecado". (Rom. 6:6 y 7).
A partir de este
momento se inicia el proceso de la santificación en la vida del creyente que,
al contrario de la justificación, lleva toda una vida. Debe haber una renuncia
total. Cristo pedía a Sus seguidores una entrega completa a El como el Rey Mesías.
Su llamado, "Sígueme", implicaba lealtad suprema, por sobre todos los lazos humanos: "Quien ama su
padre o su madre mas que a Mi,
no es digno de Mi; quien ama su hijo o su hija mas que a Mi, no es digno de Mi; y quien no toma su cruz, y
viene después Mi, no es digno de Mi. Quien encuentra su vida, la perderá;
quien, todavía, pierde la vida por Mi causa, la encontrará." Mat.
10:37-39. "Si alguien quiere venir atrás de Mi, así mismo se niegue, tome
su cruz y sígame." Mat. 16:24.
Esa renuncia de
si mismo significa más que una mera renuncia de los placeres de la vida. Por
ella Cristo quería decir la subordinación de la voluntad propia de alguien a la
voluntad de Dios. Semejantemente, tomar la cruz no significa cargar los fardos
de la vida. La cruz no es un fardo, sino un instrumento de muerte. Tomar la
cruz significa la muerte del propio yo, de la ambición personal y de los
propósitos egoístas. En lugar de las realizaciones personales, por más altruistas
y nobles que sean, debemos desear solamente la dirección divina. El destino del
hombre depende de esta decisión. Deut. 6:5 y Mar. 12:28-31.
Vamos a imaginar
todo eso como una escala: Cuando usted acepta a Cristo y en seguida el
bautismo, usted alcanzó apenas el primer peldaño de la escala, que es la
justificación. A partir del segundo peldaño comienza una nueva vida, una vida
de santificación, cada vicio o costumbre
malo vencido es un peldaño alcanzado, y
allá en el topo de la escala está Jesús dándole fuerzas y de brazos abiertos a su espera. Pero cuando cometemos
cualquier desliz en nuestra vida, es un peldaño que desdemos.
Cuanto a la fé, las Escrituras
nos hablan de dos clases de personas: los que viven por la fé, y los que
viven por la vista. 2 Cor. 5:7. ¿Qué quiere decir vivir por la vista? Es vivir
en la esfera del poder humano, ver solamente lo que el hombre puede comprender,
creer solamente en lo que él es capaz de alcanzar y realizar.
Vivir por la fé
significa aceptar lo que está fuera y mas allá del poder del hombre, lo que
está fuera de su comprensión. Significa ver lo que los ojos humanos no ven -
significa ver lo invisible. De Moisés, el hombre de Dios, el sagrado Libro dice
que en las privaciones por que pasó,
quedó firme "como viendo lo invisible." (Heb. 11:27). Esta es
la vida del justo - la vida del hijo de Dios. Nuestro texto dice: que el
"justo vivirá por la fé." Y Pablo dice que "la palabra de la
cruz es locura para los que se pierden". (1 Cor. 1:18). El hombre que vive
por la vista no entiende al que vive por la fé. Su actitud, su filosofía de
vida, le es absurda.
¿Es de hecho absurda la manera de vivir del cristiano? ¿Es ciega su fé ?
¿En última instancia, es un loco, el hombre que ve y espera lo invisible? Pero
en las cosas de Dios, la fé del seguidor de Cristo no es ciega. Ella tiene un
fundamento y un sólido fundamento. Escuchad las palabras de Pablo: "Luego
la fé viene por el oír, y el oír de la Palabra de Cristo". Rom. 10:17.
Este es el punto: la fé se basa en la
Palabra de Cristo, en la Palabra de Dios, en las Escrituras. Esto significa que
lo que el cristiano cree y espera es lo que Dios afirmó y prometió, Rom. 4:21.
¿Por qué creemos nosotros que Dios perdona y apaga nuestros pecados, por
grande que sean, si tan solo Le confesamos? Es porque la Escritura dice: I Juan
1:9. ¿Por qué creemos nosotros que Dios protege Sus hijos y les suple las necesidades?
Porque el sagrado Libro dice: 1 Pedro 5:6-7 y Salmo 37:25. ¿Por qué acariciamos
la muy gloriosa esperanza de la resurrección de los muertos? Porque Jesús dijo: Juan 6:54. ¿Por qué creemos en la
venida del reino de Dios, aquella patria
ideal en que serán satisfechos los mas profundos anhelos del alma ?
Porque la Biblia dice: II Pedro 3:10-13. Si, nuestra fé tiene fundamento. Lo
que el cristiano cree, y lo que el espera
es lo que prometió hacer Aquel que quiere y puede cumplir Sus promesas.
Ilustra esta
verdad el trato de Dios con el pueblo de Israel, al ser este sacado de Egipto.
Los cuatro siglos de contacto con las prácticas de Egipto nublaron la religión
de los hebreos, fueron olvidadas las enseñanzas de los cielos; el pueblo perdió
la confianza en el Dios verdadero. Israel se acostumbró a vivir por la vista,
en la esfera de los cálculos humanos. Era el propósito de Dios enseñarles a
confiar en Su providencia, enseñarles a vivir por la fé.
Son
significativas las palabras de Moisés con referencia a la tierra de la promesa:
Deut. 11:10-12. En Egipto Israel dependía del Nilo, sembraba y regaba con agua
del rio. Siempre había agua en el Nilo. Esta es una prueba interna de que
Israel estuvo en Egipto, tierra en que se practicaba la irrigación. "sembrabas
vuestra semilla, y la regabas con vuestro pie". En las partes no alcanzadas
por las inundaciones periódicas, se hacia llegar el agua por medio de canales,
cuyas paredes se reforzaban o se reparaban con el pie.
Pero no seria así
en Palestina, tierra de colinas y de valles que bebían agua en la medida que
caían las lluvias. En aquella tierra las cosechas dependían de Dios, de que El
cuidase de la tierra desde el principio del año hasta el fin. En noviembre era
dada la lluvia primera, para la germinación de las semillas; en abril venia la
lluvia tardía, para el endurecimiento del grano. Esas dos lluvias principales
son prometidas con certeza, bajo la condición de obediencia. Las lluvias no
caían por mera operación de la naturaleza, como parecía ser el caso en Egipto.
La primera y la tardía eran hechos de Dios. En aquella tierra el pueblo debía
vivir por la fé en la providencia divina. Deut. 11:13-14.
La lección de dependencia de Dios comenzó a ser dada en el propio
comienzo del éxodo. Al conducir Israel para fuera de Egipto, Dios los guio a un
lugar junto al Mar Rojo, y ahí los hizo acampar. Súbitamente el pueblo vio a lo
lejos la vanguardia de los Egipcios, que venían en su persecución. ¿Qué podía
hacer Israel? ¿Luchar? No. Ellos no tenían
armas. ¿Huir? ¿Para dónde? Adelante estaba el Mar Rojo y a los lados el inhóspito
desierto. Hubo gran pánico en el acampamento. El pueblo clamó a su líder
Moisés, y este apeló para Dios. "Dile a los hijos de Israel que
marchen", fue la orden del Señor. ¿Para dónde marchar? El pueblo debía marchar a través del Mar Rojo. En la
providencia de Dios había un camino en el mar, que los ojos del hombre no veían,
pero los ojos de la fé debían ver. La fé ve lo invisible. Éxodo 14:15-16,
21-22. Que maravillosa acción de Dios en favor de su pueblo!
"Dios, en
Su providencia trajo a los hebreos en el aprieto de las montañas, delante del
mar, para que pudiese manifestar Su poder en el libramiento de ellos, y
humillar de manera extraordinaria el orgullo
de sus opresores. El los podía haber salvado de cualquier modo, pero escogió
este, a fin de probarles la fé y fortalecer la confianza En el. El pueblo
estaba cansado y aterrorizado; todavía si hubiesen andado para atrás cuando
Moisés les ordenó avanzar, Dios nunca les habría abierto el camino. Fue por la
fé que pasaron el Mar Rojo, como por tierra seca, (Heb.11:29). Descenso en
marcha para el agua, mostraron que creían en la palabra de Dios, conforme fuera
proferida por Moisés. Hicieron todo lo que estaba en su poder hacer, y entonces
el poderoso de Israel dividió el mar a fin de preparar un camino para sus pies.
La gran lección allí
enseñada es para todos los tiempos. Frecuentemente la vida cristiana es
asediada de peligros, y el deber parece difícil de cumplirse. La imaginación
dibuja una ruina inminente delante de nosotros, y, atrás, el cautiverio o la
muerte. Sin embargo la voz de Dios habla claramente: Adelante ! Debemos
obedecer a esa orden aún cuando nuestros ojos no puedan penetrar en las
tinieblas, y sintamos las frías ondas alrededor de nuestros pies. Los
obstáculos que dificultan nuestro progreso nunca desaparecerán delante de un
espíritu que se detiene o duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda
sombra de incerteza desaparezca, y no reste peligro alguno de fracaso o
derrota, nunca absolutamente obedecerán. La incredulidad habla a nuestro oído:
Esperemos hasta que los impedimentos
sean removidos, y podremos ver claramente nuestro camino; pero la fé valientemente insiste en avanzar,
esperando todo, en todo creyendo." (Patriarcas y Profetas, pág. 310 de
Ellen G.White).
Atravesando el
Mar Rojo el pueblo penetró en el desierto, donde no podía sembrar ni coger.
Luego se acabaron las provisiones y fue necesario que Dios enviase el maná,
"trigo del cielo", que el pueblo encontraba en la fase de la tierra
cada día por la mañana. Leemos cuanto al primer día en que fue enviado ese pan:
(Éxodo 16:14-15, 21 y 27). Todos los días de su peregrinación en el desierto,
cuarenta largos años, Israel comió ese pan suplido por Dios.
Hay tres puntos
que deseamos destacar con referencia a la dádiva del maná.
Primero: El
alimento no se conservaba de un día para otro, a no ser del viernes para el
sábado. El pueblo no lo podía acumular, y ser llevado a olvidarse de Dios. Cada
día dependían del cielo. Les era diariamente renovada la lección de que el
justo vivirá por la fé. En el "Padre Nuestro" Jesús nos enseña a
orar: "El pan nuestro de cada día nos da hoy." (Mat. 6:11). Tenemos
necesidades diarias y debemos reconocer que Dios está listo a suplirlas cada día.
Segundo: Dios
daba a todos lo suficiente para sus necesidades. La Escritura dice
que algunos cogieron mas, otros menos. Pero "cuando midieron en un
omer, nada sobraba al que cogió mucho, ni faltaba al que cogió poco; cogió cada
uno cuanto podía comer". (Éxodo 16:18). Si, las bendiciones de Dios son
siempre suficientes.
Tercero: Cada
uno debía salir a coger; y debía hacerlo de mañana bien temprano. Leemos:
"Lo cogían pues, todas las mañanas, cada uno cuanto podía comer; y cuando
venia el calor del sol, se derretía." Aún cuando Dios desee que dependamos
de El, que confiemos en Su providencia, El no hace por nosotros lo que podemos
hacer nosotros mismos. Debemos trabajar, debemos ser emprendedores, debemos ser
diligentes en el trabajo. En conexión con el cuarto mandamiento Dios dice:
"Seis días trabajarás". (Éxodo 20:9). Vivir por la fé no implica vivir de brazos cruzados. Debemos
hacer nuestra parte diligentemente, y descansar en la confianza de que,
entonces, Dios hará la Suya.
Estimado Condomino, ¿cómo vives tu - por la fé o por la vista? ¿Avanzas
confiando en lo que Dios prometió, o solo en lo que puede hacer el hombre? Ves
y aprecias lo invisible contenido en las promesas divinas, o percibes apenas
las cosas materiales. Estás dispuesto a colocarte al lado de Dios, cualesquiera
que sean las circunstancias, y dejar con El las consecuencias ? Nada menos que
esto es lo que está implicado en la frase: "El justo vivirá por la
fé".
Cierto padre,
notó que su hijita, mientras jugaba, se colocó en un lugar peligroso, del cual fácilmente
podía caer. De un plano inferior, mas escuro y donde la niña no podía verlo, le
dijo el papá: "Salta hijita, el papá te va a asegurar." Sin dudar la
niña saltó y cayó en los brazos del
papá. Ella no podía ver nada allá abajo donde estaba su padre. Pero confiaba en
el padre y este le dijo que saltase. El papá tomaría las providencias.
Estimado amigo y
hermano: Tal vez entre las cosas que Dios te ordena hacer haya alguna que te
parezca difícil. Del punto de vista humano, podrá ser que te parezca absurda.
Pero si es Dios que lo manda, no dudes en hacerla. Cree en Cristo como tu
Salvador, anda el camino que te ordena, espera en Su providencia. Pues
el justo vivirá por la fé.
Que Dios lo bendiga.