El
primer día de clases del semestre nuestro profesor de la especialidad abrió la discusión
pidiéndonos una definición de justicia.
Le propusimos muchas definiciones. Justicia es actuar
correctamente. Justicia es conformidad con la ley de Dios. Justicia es santidad. Y tal vez mejor !justicia es amor.
Los miembros de la clase no han sido los únicos en dar estas definiciones, también
se las puede encontrar en el comentario inspirado.
Pero después
que el maestro nos hizo pensar hasta frustramos en cada definición posible, por
fin nos llevo a la conclusión de que la definición mas completa de la palabra justicia, y la mejor, es Jesús. Todas las demás son inadecuadas. Por ejemplo, si la justicia se define como “actuar correctamente”,
entonces lo único que se necesitaría para ser justo
seria, ¿que? Actuar con corrección. No habría necesidad de un salvador si la justicia se basara únicamente en la conducta.
Pero la
justicia no es
una entidad en si misma. No es algo que la humanidad pueda producir de algún modo. Con respecto a
la justicia estamos en
bancarrota Isaías dice: “Todas nuestras
justicias (son) como trapo
de inmundicia” (Isaías 64:6). No
solo somos incapaces de producir
justicia, pero tampoco podemos almacenarla. No es algo que podamos obtener ni retener separados de Jesús. Por lo tanto,
encontrarnos que la mejor
forma de definir la justicia es una
Persona. Si tenemos a Jesús,-tenemos justicia. Pero separados de él ni
siquiera hay esperanza de poseerla.
“El hombre pecaminoso puede hallar esperanza y justicia solamente en Dios: ningún ser humano sigue siendo justo cuando deja de tener fe en Dios y no mantiene una conexión vital con él” .-Testimonios para los ministros, pág. 367.
Se
puede considerar este asunto en forma de una ecuación. Si Jesús = justicia y justicia = Jesús, entonces la única forma en
que podemos obtener justicia consiste en unimos con Jesús y permanecer con el. Así concluimos que humanidad
+ Jesús = justicia. Cierto día discutíamos esto mismo con un grupo de
estudiantes universitarios, cuando note que un joven de la ultima fila mostraba una expresión de extrañeza en su rostro. Levanto su mano y dijo : “Pero si Jesús solo es igual ajusticia, y la humanidad mas Jesús también es igual a justicia,
!entonces quiere decir que la humanidad sola es igual a cero, nada! ” Y hablaba como si yo le hubiera hecho una gran injusticia a la raza humana.
Pero, ¿acaso no es este el dilema
de la humanidad, que no poseamos justicia propia? Tenemos un valor
incomparable a la vista del
cielo. Jesús evidencio sobre la
cruz el valor del alma humana. Pero cuando se trata de
producir justicia, somos unos desvalidos.
No podemos producirla; no poseemos ninguna.
Carlos T. Everson relata la historia de una mujer que fue a comprar tela para hacerse m vestido nuevo. Toco las telas, examinó el hilado, admiro los colores
y diseños, hasta que por fin encontró
un rollo de tela que parecía ser
lo que buscaba. Como todavía
vacilara, al parecer queriendo asegurarse
de su elección, el propietario
de la tienda se aproximó a
ella y le dijo: “La he observado
examinando este material y sucede que justamente tenemos un vestido
hecho de esta misma pieza. Tal vez no lo notó al entrar”.
Entonces caminaron hasta las vitrinas de la entrada de la tienda y la mujer
exclamo: “!Es hermoso! Exactamente lo que buscaba. El material me gustaba
mucho, pero ahora que lo veo convertido en un vestido, estoy completamente convencida”. Y compro la tela.
Con la ley de Dios sucede lo
mismo. Podemos admirar sus principios, pero
antes que la podamos apreciar y aceptar verdaderamente, la debemos ver transformada en una vida: la vida
de Jesús. Cuando lo contemplamos
a él, nuestros corazones son ganados. Y cuando lo recibimos
a él, recibimos su justicia
igualmente.