Como seres humanos, por lo menos tenemos
dos cosas en común. Primero, hemos nacido. Segundo, nacimos pecadores. Nuestro
problema del pecado comenzó con el nacimiento, porque nacimos separados de Dios.
A veces la gente tiene dificultades con
esta verdad. Observan a un bebecito recién nacido y dicen: “¿Cómo puede ser
pecadora una persona tan pequeñita e indefensa?” ¡Pero pocas personas
encuentran difícil aceptar el hecho de que un bebé recién nacido es
egocéntrico!. No importa si la madre está cansada o el papá tiene que trabajar
al día siguiente. Si el bebé quiere comer o si necesita que lo aseen o desea
que jueguen con él, tiene su manera de hacerlo saber, Un bebé es completamente egocéntrico.
Nacer en este mundo es una experiencia
trágica. “Los hijos tienen una herencia de pecado. El pecado los ha separado de
Dios”. - La conducción del niño, pág. 448. Debido al pecado de Adán, su posteridad
ha nacido con propensiones inherentes a la desobediencia. Véase cómo se refiere
a esto. Elena de White, en el Comentario bíblico adventista, tomo 5, pág. 1120.
En las primeras siete tesis tratamos el tema
de la justicia. Puesto que el concepto opuesto a la justicia es el pecado, nos
parece lógico que éste sea el siguiente tema a considerar. Una comprensión
clara de los conceptos de justicia y pecado es esencial para cualquier estudio
sobre la salvación por la fe. La forma de comprender estos dos temas podría
constituir la grieta de la acera que más tarde se transformará en un verdadero abismo.
Hasta aquí nuestro estudio acerca de la
justicia podría resumirse diciendo que ésta se obtiene mediante una relación
con Jesús; no se basa en la conducta. Si esto es cierto, entonces también
debemos definir al pecado como algo que trasciende la esfera de la conducta.
Somos pecadores por nacimiento, pecadores por naturaleza. Poseemos una
naturaleza pecaminosa; nuestras malas acciones son sólo el resultado.
En efesios 2.3 Pablo declara que somos hijos de ira por naturaleza. En el Salmo 58:3 leemos: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”. Y en caso de que tuviéramos dudas con respecto a quienes incluir entre “los impíos”, acordémonos de Romanos 3: 10: “No hay justo, ni aun uno”
Cuéntase
de un escorpión que quería pasar el rio. Mientras caminaba por la ribera se encontró
con un sapo y le pidió que lo llevara hasta el otro lado sobre la espalda. -
Oh, no - protesto el sapo- Si te dejara subir sobre mi espalda, me picarías y
yo moriría. ¿Por qué habría de hacerlo? — Se defendió el escorpión
-. Si yo te picara, tú morirías, y los dos nos hundiríamos, y yo nunca llegaría
al otro lado del rio.
Bueno
al sapo le pareció lógico
el argumento del escorpión, de modo que
le permitió subir sobre su espalda, y comenzó
a nadar hacia la ribera opuesta. Cerca
de la mitad del rio el escorpión le clavo su aguijón al sapo. Con su ultimo
croar, el sapo le pregunto: — ¿Por
qué lo hiciste? !Ahora ambos moriremos!. — Lo sé, pero no pude evitarlo - replicó tristemente el escorpión
Esa es
mi naturaleza.
Este es
mi dilema de la raza humana. Tenemos una naturaleza caída. Somos incapaces de
cambiar por nosotros mismos. Aunque nos damos cuenta de que nos estamos
autodestruyendo, descubrimos que somos incapaces de dejar de pecar, porque nuestra
naturaleza es pecaminosa. “En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado
de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hay en una
naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, él no podría
resistir” - La educación, pág. 26. Debido al pecado de Adán, “nuestra naturaleza
cayo y no podemos hacernos justos a nosotros mismos”. –El camino a Cristo, pág.
62.
Puesto
que nuestro problema del pecado va más profundo que la simple conducta
negativa.- debido a que poseemos una naturaleza pecaminosa desde el momento de
nacer en este mundo de pecado. -. La respuesta a este problema debe buscarse más
allá del terreno de la conducta. Dios se propone realizar un nuevo comienzo. Nos
ofrece un nuevo nacimiento, con una naturaleza totalmente nueva.
En su sermón
de medianoche, frente a un auditorio de una sola alma, Jesús le explico a Nicodemo que, a menos que se
produjera un nuevo nacimiento, no tenemos la menor esperanza de ver jamás el
reino de los cielos. El primer nacimiento no es apto para la vida eterna; Se
debe producir un segundo nacimiento. Las buenas nuevas de salvación consisten en que gracias a Jesús
podemos recibir una nueva naturaleza, y en que al compartir su naturaleza
divina recibimos su capacitación para huir de la corrupción de este mundo
pecaminoso en el cual hemos nacido.
Morris L. Venden