Wednesday, August 29, 2012

Todo ser humano nace con una naturaleza pecaminosa (egocéntrica), porque todos nacen separados de Dios.





Como seres humanos, por lo menos tenemos dos cosas en común. Primero, hemos nacido. Segundo, nacimos pecadores. Nuestro problema del pecado comenzó con el nacimiento, porque nacimos separados de Dios.

A veces la gente tiene dificultades con esta verdad. Observan a un bebecito recién nacido y dicen: “¿Cómo puede ser pecadora una persona tan pequeñita e indefensa?” ¡Pero pocas personas encuentran difícil aceptar el hecho de que un bebé recién nacido es egocéntrico!. No importa si la madre está cansada o el papá tiene que trabajar al día siguiente. Si el bebé quiere comer o si necesita que lo aseen o desea que jueguen con él, tiene su manera de hacerlo saber, Un bebé es completamente egocéntrico.

Nacer en este mundo es una experiencia trágica. “Los hijos tienen una herencia de pecado. El pecado los ha separado de Dios”. - La conducción del niño, pág. 448. Debido al pecado de Adán, su posteridad ha nacido con propensiones inherentes a la desobediencia. Véase cómo se refiere a esto. Elena de White, en el Comentario bíblico adventista, tomo 5, pág. 1120.

En las primeras siete tesis tratamos el tema de la justicia. Puesto que el concepto opuesto a la justicia es el pecado, nos parece lógico que éste sea el siguiente tema a considerar. Una comprensión clara de los conceptos de justicia y pecado es esencial para cualquier estudio sobre la salvación por la fe. La forma de comprender estos dos temas podría constituir la grieta de la acera que más tarde se transformará en un verdadero abismo.

Hasta aquí nuestro estudio acerca de la justicia podría resumirse diciendo que ésta se obtiene mediante una relación con Jesús; no se basa en la conducta. Si esto es cierto, entonces también debemos definir al pecado como algo que trasciende la esfera de la conducta. Somos pecadores por nacimiento, pecadores por naturaleza. Poseemos una naturaleza pecaminosa; nuestras malas acciones son sólo el resultado.

En efesios 2.3 Pablo declara que somos hijos de ira por naturaleza. En el Salmo 58:3 leemos: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”. Y en caso de que tuviéramos dudas con respecto a quienes incluir entre “los impíos”, acordémonos de Romanos 3: 10: “No hay justo, ni aun uno”

Cuéntase de un escorpión que quería pasar el rio. Mientras caminaba por la ribera se encontró con un sapo y le pidió que lo llevara hasta el otro lado sobre la espalda. - Oh, no - protesto el sapo- Si te dejara subir sobre mi espalda, me picarías y yo moriría. ¿Por qué habría de hacerlo? — Se defendió el escorpión -. Si yo te picara, tú morirías, y los dos nos hundiríamos, y yo nunca llegaría al otro lado del rio.

Bueno al sapo le pareció lógico el argumento del escorpión, de modo que le permitió subir sobre su espalda, y comenzó a nadar hacia la ribera opuesta. Cerca de la mitad del rio el escorpión le clavo su aguijón al sapo. Con su ultimo croar, el sapo le pregunto: — ¿Por qué lo hiciste? !Ahora ambos moriremos!.  — Lo sé, pero no pude evitarlo - replicó tristemente el escorpión
Esa es mi naturaleza.

Este es mi dilema de la raza humana. Tenemos una naturaleza caída. Somos incapaces de cambiar por nosotros mismos. Aunque nos damos cuenta de que nos estamos autodestruyendo, descubrimos que somos incapaces de dejar de pecar, porque nuestra naturaleza es pecaminosa. “En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hay en una naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, él no podría resistir” - La educación, pág. 26. Debido al pecado de Adán, “nuestra naturaleza cayo y no podemos hacernos justos a nosotros mismos”. –El camino a Cristo, pág. 62.

Puesto que nuestro problema del pecado va más profundo que la simple conducta negativa.- debido a que poseemos una naturaleza pecaminosa desde el momento de nacer en este mundo de pecado. -. La respuesta a este problema debe buscarse más allá del terreno de la conducta. Dios se propone realizar un nuevo comienzo. Nos ofrece un nuevo nacimiento, con una naturaleza totalmente nueva.

En su sermón de medianoche, frente a un auditorio de una sola alma, Jesús le explico a Nicodemo que, a menos que se produjera un nuevo nacimiento, no tenemos la menor esperanza de ver jamás el reino de los cielos. El primer nacimiento no es apto para la vida eterna; Se debe producir un segundo nacimiento. Las buenas nuevas de salvación consisten en que gracias a Jesús podemos recibir una nueva naturaleza, y en que al compartir su naturaleza divina recibimos su capacitación para huir de la corrupción de este mundo pecaminoso en el cual hemos nacido.

Morris L. Venden