Justificados Por La fe
“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28).
El tema básico de Romanos: la justificación por la fe.
El transgresor llega ante el juez y es condenado a muerte por sus transgresiones.
Pero un sustituto toma los crímenes de él sobre sí, dejándolo sin culpa y –por
aceptar al sustituto– el juez no solo lo libera, sino lo considera como inocente
del crimen que lo llevó a la corte. Es que el sustituto –que tiene un registro perfecto–
ofrece al criminal perdonado su propia observancia perfecta de la ley. Así, el culpable
queda como si nunca hubiera transgredido la ley. Nadie dice que la persona era
inocente. Al contrario, es claramente culpable. La buena noticia es que, a pesar
de su culpa, es perdonada. Cada uno de nosotros es el criminal. Jesús, el
sustituto, tiene un registro perfecto y toma nuestro lugar en la corte; le aceptan
su justicia en lugar de nuestra injusticia. Por eso somos justificados ante Dios;
no por nuestras obras, sino por causa de Jesús, cuya justicia llega a ser nuestra
al aceptarla “por fe”. De aquí el término “justificación por fe”. No importa el
pasado: cuando aceptamos a Jesús, estamos delante de Dios en la justicia de él,
la única que puede salvarnos.
¡Esas
sí que son buenas noticias! No pueden ser mejores.